viernes, 3 de abril de 2020

Vía Crucis CR XIII Estación

DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

Cofradía del Cristo de la Piedad
Fotografia Ciudad Real Cofrade
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas 23,44-46:
Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Templo se rasgó por medio, y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», y, dicho esto, expiró.
MEDITACIÓN
Después de la agonía de Getsemaní, Jesús, en la cruz, se halla de nuevo ante el Padre. En el culmen de un sufrimiento indecible, Jesús se dirige a él, y le suplica. Su oración es ante todo invocación de misericordia para sus verdugos. Luego, aplicación a sí mismo de la palabra profética de los salmos: manifestación de un sentido de abandono desgarrador, que llega en el momento crucial, en el cual se experimenta con todo el ser a qué desesperación lleva el pecado, que separa de Dios. Jesús ha bebido hasta el fondo el cáliz de la amargura. Pero de aquel abismo de sufrimiento surge un grito que rompe la desolación: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). Y el sentido de abandono se muda en abandono en los brazos del Padre; el último respiro del moribundo se vuelve grito de victoria. La humanidad, que se había alejado en un arrebato de autosuficiencia, es acogida de nuevo por el Padre.
ORACIÓN
Jesús, hermano nuestro, con tu muerte nos has vuelto a abrir el camino cerrado por la culpa de Adán. Nos has precedido en el camino que lleva de la muerte a la vida (cf. Hb 6,20). Te has cargado con el miedo y los tormentos de la muerte, cambiándole radicalmente el sentido: has trasformado la desesperación que provocan, haciendo de la muerte un encuentro de amor. Conforta a los que hoy emprenden tu mismo camino. Alienta a los que tratan de alejarse del pensamiento de la muerte. Y cuando nos llegue también a nosotros la hora dramática y bendita, acógenos en tu gozo eterno, no por nuestros méritos, sino en virtud de las maravillas que tu gracia obra en nosotros.
Jesús, expirando, entregas la vida en manos del Padre y derramas sobre la Esposa el regalo vivificante del Espíritu.
R/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos: Padre nuestro...

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