domingo, 22 de marzo de 2020

Vía Crucis CR: II Estación

SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús, traicionado por Judas, es arrestado

Cofradía del Prendimiento Ciudad Real

Fotografía Laura Arroyo

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas 22,47-48:
Todavía estaba hablando, cuando se presentó un grupo; el llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero, y se acercó a Jesús a darle un beso. Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».
MEDITACIÓN
Desde la primera vez que se le menciona, Judas es indicado como «el mismo que le entregó» (Mt 10,4; Mc 3,19; Lc 6,13); el trágico apelativo de «traidor» quedará unido para siempre a su recuerdo. ¿Cómo pudo llegar a tanto uno que Jesús había elegido para que lo siguiera de cerca? ¿Se dejó arrastrar Judas por un amor frustrado a Jesús, que se trasformó en sospecha y resentimiento? Así lo haría pensar el beso, gesto que habla de amor, pero que se convirtió en el gesto de entrega de Jesús a los soldados. ¿O fue quizás víctima de la desilusión ante un Mesías que huía del papel político de liberador de Israel del dominio extranjero? Judas no tardaría en percatarse de que su sutil chantaje terminaba en un desastre. Porque no había deseado la muerte del Mesías, sino sólo que despertara y asumiese una actitud decidida. Y entonces: vano arrepentimiento de su gesto, rechazo del salario de la traición (cf. Mt 27,4), cediendo a la desesperación. Cuando Jesús habla de Judas como «hijo de la perdición», se limita a recordar que así se cumplía la Escritura (cf. Jn 17,12). Un misterio de iniquidad que nos sobrepasa, pero que no puede superar el misterio de la misericordia.
ORACIÓN
Jesús, amigo de los hombres, tú has venido a la tierra y has tomado nuestra carne para ofrecer tu solidaridad a tus hermanos y hermanas de la humanidad. Jesús, manso y humilde de corazón, tú das alivio a cuantos sufren bajo el peso de sus cargas (cf. Mt 11,28-29); sin embargo, el ofrecimiento de tu amor ha sido a menudo rechazado. Incluso entre los que te acogieron ha habido quienes han renegado de ti, quienes han traicionado el compromiso adquirido. Pero tú no has dejado nunca de amarlos, hasta el punto de dejar a todos los demás para ir en su busca, con la esperanza de hacerlos volver a ti, cargados sobre tus hombros (Lc 15,5) o apoyados en tu pecho (cf. Jn 13,25). Encomendamos a tu infinita misericordia a tus hijos, asechados por el desaliento o la desesperación. Concédeles encontrar refugio en ti y «no desesperar nunca de tu misericordia» (Regla de S. Benito 3, 74).
Jesús, tú sigues amando a quien rechaza tu amor y buscas incansablemente a quien te traiciona y abandona.
R/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos: Padre nuestro...

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