martes, 31 de marzo de 2020

Vía Crucis CR: XI Estación

UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús promete su reino al buen ladrón

Cofradía Cristo del Perdón y Las Aguas
Fotografía Laura Arroyo
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas 23,33-34.39-43:
Llegados al lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y el otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti mismo y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el Paraíso».
MEDITACIÓN
El lugar de la Calavera, sepulcro de Adán, el primer hombre, patíbulo de Jesús, el hombre nuevo. El madero de la cruz, instrumento de muerte ostentada, arca de perdón concedido. Junto a Jesús, que pasó entre la gente haciendo el bien, dos hombres condenados por haber hecho el mal. Otros dos habían pedido estar uno a la derecha y otro a la izquierda de Jesús, se habían declarado también dispuestos a recibir el mismo bautismo, a beber el mismo cáliz (cf. Mc 10,38-39). Pero ahora no están aquí, otros les han precedido en el monte Calvario. Uno de ellos invoca a un Mesías que se salve a sí mismo y a los dos, allí y enseguida; el otro se dirige a Jesús, para que se acuerde de él cuando entre en su Reino. Quien comparte los escarnios de la muchedumbre no recibe respuesta; quien reconoce la inocencia de un condenado a muerte consigue una inmediata promesa de vida.
ORACIÓN
Jesús, amigo de los pecadores y los publicanos (cf. Mt 9,11; 11,19; Lc 15,1-2), tú no has venido para salvar a los justos sino a los pecadores (cf. Mt 9,13) y has querido darnos la prueba de tu amor «muy grande» (cf. Ef 2,4) y de la abundancia de tu misericordia, aceptando morir por nosotros mientras éramos aún pecadores (cf. Rm 5,8). Vuelve tu mirada de bondad sobre nosotros, y, después de que hayamos gustado la amargura purificadora de la humillación, acógenos en tus brazos, llenos de misericordia paterna, y transforma con tu perdón el barro del pecado en traje de gloria.
Jesús, proclamado inocente por un malhechor, compañero de pena: para ti y para tu compañero ha llegado la hora de entrar en el Reino.
R/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos: Padre nuestro...

No hay comentarios:

Publicar un comentario