jueves, 26 de marzo de 2020

Vía Crucis CR: VI Estación

SEXTA ESTACIÓN
Jesús es flagelado y coronado de espinas

Cofradías de la Flagelación y Coronación de Espinas

Fotografía Laura Arroyo
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas 22,63-65:
Los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban; y cubriéndole con un velo le preguntaban: «¡Adivina! ¿Quién es el que te ha pegado?». Y lo insultaban diciéndole otras muchas cosas.
Del Evangelio según san Juan 19,2-3:
Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a él, le decían: «¡Salve, rey de los judíos!». Y le daban bofetadas.
MEDITACIÓN
A la condena inicua se añade el ultraje de la flagelación. Entregado en manos de los hombres, el cuerpo de Jesús es desfigurado. Aquel cuerpo nacido de la Virgen María, que hizo de Jesús «el más bello de los hijos de Adán», que dispensó la unción de la Palabra -«la gracia está derramada en tus labios» (Sal 45,3)-, ahora es golpeado cruelmente por el látigo. El rostro transfigurado en el Tabor es desfigurado en el pretorio: rostro de quien, insultado, no responde; de quien, golpeado, perdona; de quien, hecho esclavo sin nombre, libera a cuantos sufren la esclavitud. Jesús camina decididamente por el camino del dolor, cumpliendo en carne viva, hecha viva voz, la profecía de Isaías: «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos» (Is 50,6). Profecía que se abre a un futuro de transfiguración.
ORACIÓN
Jesús, «reflejo de la gloria del Padre, impronta de su ser» (Hb 1,3), has aceptado ser reducido a un pedazo de hombre, un condenado al suplicio, que mueve a piedad. Tú llevaste nuestros sufrimientos, cargaste con nuestros dolores, fuiste aplastado por nuestras iniquidades (cf. Is 53,5).
Con tus heridas, cura las heridas de nuestros pecados. Concede a los que son despreciados injustamente o marginados, a cuantos han sido desfigurados por la tortura o la enfermedad, comprender que, crucificados al mundo contigo y como tú (cf. Ga 2,19), llevan a cabo lo que falta a tu Pasión, para la salvación del hombre (cf. Col 1,24).
Jesús, pedazo de humanidad profanada, en ti se revela el carácter sagrado del hombre: arca del amor que devuelve bien por mal.
R/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos: Padre nuestro...

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