lunes, 23 de marzo de 2020

Vía Crucis CR: III Estación

TERCERA ESTACIÓN
Jesús es condenado por el Sanedrín

Cofradía de Jesús de Medinaceli

Fotografía Laura Arroyo
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas 22,66-71:
En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de Ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron: «Si tú eres el Cristo, dínoslo». Él respondió: «Si os lo digo, no lo vais a creer. Si os pregunto, no me vais a responder. Desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso». Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?». Él les contestó: «Vosotros lo decís, yo lo soy». Ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca?».
MEDITACIÓN
Jesús está sólo ante el sanedrín. Los discípulos han huido. Desamparados por la detención a la que alguno trató de reaccionar con la violencia. Ha huido también quien poco antes había exclamado: «¡Vayamos también nosotros a morir con él!» (Jn 11,16). El miedo los ha vencido. La brutalidad del acontecimiento ha prevalecido sobre su frágil propósito. Han cedido, arrastrados por la corriente de la vileza. Dejan que Jesús afronte, solo, su suerte. Sin embargo, formaban el círculo de sus íntimos, Jesús los había llamado sus «amigos» (Jn 15,15). Alrededor de él ahora queda sólo una muchedumbre hostil, concorde en desear su muerte. Ya otras veces, cuando aludía a su origen divino, la muerte se había cernido sobre Jesús. Ya otras veces, quienes lo escuchaban habían intentado apedrearlo. «No por ninguna obra buena -afirmaban-, sino por la blasfemia, porque tú, que eres hombre, te haces Dios» (Jn 10,33). Ahora el sumo sacerdote le apremia a declarar ante todos si es o no Hijo de Dios. Jesús no rehúsa: lo confirma con la misma gravedad. Firma así su propia condena a muerte.
ORACIÓN
Jesús, testigo fiel (Ap 1,5), ante la muerte has confesado serenamente tu identidad divina y has anunciado tu vuelta gloriosa al final de los tiempos, para llevar a término la obra que el Padre te encomendó. Confiamos nuestras dudas a tu misericordia, el continuo vaivén entre los impulsos de generosidad y los momentos de desidia, en los cuales dejamos que «la preocupación del mundo y el engaño de la riqueza» (Mt 13,22) ahoguen la chispa que tu mirada o tu Palabra han encendido en nuestros corazones endurecidos. Anima a los que han iniciado el camino del seguimiento, para que no se asusten ante las dificultades y las renuncias que se prevén. Recuérdales que tú eres manso y humilde de corazón y que tu yugo es suave y tu carga ligera. Concédeles experimentar el alivio que sólo tú puedes dar (cf. Mt 11,28-30).
Jesús, tú estás sereno ante la muerte inminente, tú eres el único justo ante el injusto Sanedrín.
R/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos: Padre nuestro...

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