martes, 24 de marzo de 2020

Vía Crucis CR: IV Estación

CUARTA ESTACIÓN
Jesús es negado por Pedro

San Pedro, Cofradía del Prendimiento
Fotografía Laura Arroyo

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.
Del Evangelio según san Lucas 22,54b-62:
Pedro lo iba siguiendo de lejos. Los soldados habían encendido una hoguera en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos. Una criada, al verlo sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y dijo: «Éste también estaba con él». Pero él lo negó diciendo: «¡Mujer, no lo conozco!». Poco después, lo vio otro y le dijo: «Tú también eres uno de ellos». Pedro replicó: «¡Hombre, no lo soy!». Pasada cosa de una hora, otro insistía: «Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo». Pedro contestó: «¡Hombre, no sé de qué hablas!». Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces». Y, saliendo fuera, lloró amargamente.
MEDITACIÓN
De los discípulos que habían huido, regresan dos, siguiendo a distancia a los soldados y a su prisionero. Quizás por una mezcla de afecto y de curiosidad, sin darse cuenta del riesgo que corren. Pedro no tarda en ser reconocido: lo delata el acento galileo y el testimonio de alguien que lo ha visto desenvainar la espada en el huerto de los Olivos.
Pedro se refugia en la mentira: lo niega todo. No se percata de que así reniega de su Señor, desmiente sus ardientes declaraciones de fidelidad absoluta. No percibe que así niega también su propia identidad. Pero un gallo canta, Jesús se vuelve, dirige su mirada a Pedro y da sentido a aquel canto. Pedro entiende y rompe en lágrimas. Lágrimas amargas, pero endulzadas por el recuerdo de las palabras de Jesús: «No he venido para condenar, sino para salvar» (Jn 12,47). Ahora le reitera aquella mirada de «ternura y piedad», la misma mirada del Padre «lento a la cólera y grande en el amor», «que no nos trata según nuestros pecados, no nos paga conforme a nuestras culpas» (Sal 103,8.10). Pedro se sumerge en aquella mirada. En la mañana de Pascua las lágrimas de Pedro serán lágrimas de alegría.
ORACIÓN
Jesús, única esperanza de los que, débiles y heridos, caen; tú sabes lo que hay en cada hombre (cf. Jn 2,25). Nuestra debilidad aumenta tu amor y suscita tu perdón. Haz que, a la luz de tu misericordia, reconozcamos nuestros pasos desviados y que, salvados por tu amor, proclamemos las maravillas de tu gracia. Concede a cuantos tienen autoridad sobre los hermanos que no se jacten no de haber sido elegidos, sino de sus debilidades, por las cuales habita en ellos tu poder (2 Co 12,9).
Jesús, dirigiendo la mirada a Pedro, suscitas en nosotros lágrimas amargas de arrepentimiento, río de paz del nuevo bautismo.
R/. A ti la alabanza y la gloria por los siglos.
Todos: Padre nuestro...

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